Victorias pasajeras sobre causas que parecen, pero no están perdidas
(Saúl Gherscovici)
El gobierno obtuvo ayer dos victorias legislativas. La primera más vista y publicitada fue la ratificación o blindaje del DNU que le permite al presidente Javier Milei negociar un nuevo acuerdo o préstamo con el FMI. La segunda, opacada por la primera, fue la imposibilidad de tratar en sesión, por falta de quórum, el proyecto de Unión por la Patria de extender la moratoria jubilatoria, que finalmente vencerá este domingo.
Tanto en la sesión como en el fracaso de la posterior, los bloques amigables o colaboracionistas de la Libertad Avanza favorecieron al plan de ajuste y al modelo de conducción de Milei, entre ellos tres diputados de Chubut: Ana Clara Romero, César Treffinger y Jorge Ávila. Ese modelo de conducción que cuestionan en sus alocuciones pero que, tomando la base argumental de la gobernabilidad y de un supuesto plan desestabilizador, favorecen, fomentan y sostienen en la práctica. Y así lo hicieron ayer "una vez más", como reconoció el presidente del bloque radical, Rodrigo De Loredo.
Todo tiene que ver con todo
El acuerdo con el FMI, del que absolutamente nada se sabe, el no quórum para la moratoria y la multitudinaria marcha de ayer de y en apoyo a los jubilados, están directamente relacionadas.
El FMI viene planteando desde que Argentina ingresó al organismo en 1956, con el presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, que en la Argentina se gasta mucho en las jubilaciones y otros derechos laborales. Por ello siempre que se requirió un nuevo acuerdo, de esos en los que te dan plata para seguir fomentando la deuda que más que externa es eterna, a todos los gobiernos se les exigió frenar con ese "exceso".
El peso más importante del ajuste que lleva adelante Milei, que orgulloso dice que es el más grande de la historia, recayó en los jubilados. El 30% del teórico superávit fiscal está basado en la merma de ingresos y otros recortes a los adultos mayores. El resto tiene que ver, no con una buena administración de los recursos, sino con la paralización de la obra pública y la destrucción de todos los otros resortes de bienestar y control (en el buen sentido de la palabra) social del Estado.
Mientras que los jubilados nuevamente reclamaban, como todos los miércoles, por sus ingresos, en el recinto la mayoría parlamentaria respaldaba y dejaba en pie el DNU en el que el propio gobierno reconoce el deterioro de la economía que provocó su plan.
Los mismos diputados, en este caso con su ausencia, horas después le dieron la espalda a los jubilados, como también se solicitó desde el gobierno y el FMI. Porque permitir las nuevas jubilaciones de quienes cumplieron con los años de trabajo pero carecían de algunos aportes, que son los que las patronales no le hicieron, es según esta receta fomentar más gasto y desequilibrio fiscal.
La marcha y la intimación
Para no repetir la provocada feroz represión del miércoles pasado, el gobierno esta vez diseñó un operativo distinto, que si bien tuvo el acierto de alejar a las fuerzas de seguridad de los manifestantes tuvo un componente y un diseño alejado de cualquier espíritu democrático y republicano.
La Ciudad Buenos Aires fue sitiada y los alrededores al Congreso y Plaza de mayo fueron vallados. Quienes diariamente viajan del conurbano a CABA para trabajar, tuvieron que presentar su DNI y explicar a dónde estaban yendo. Los vecinos de los alrededores a la protesta también tuvieron que mostrar su documento para ingresar a su casa o desplazarse por el barrio.
A ese control más cercano a la época de la dictadura se le agregó la política del miedo. En las estaciones de trenes y subtes se transmitieron mensajes en los que se decía reconocer el derecho a manifestarse pero claramente se lo alineaba con un supuesto ataque a la república. Ni George Orwell en el célebre 1984, en el que describía y ampliaba la política stanilista en la Unión Soviética de 1948, se animó a tanto.
Más allá de ese cuestionable desapego democrático, para ser generoso, al separarse a la policía y los infiltrados de los servicios de los manifestantes se demostró, una vez más, que en las únicas marchas donde hay problemas y hechos de violencia son aquellas en las que precisamente, la ministra Patricia Bullrich manda a reprimir o intervenir los reclamos de la ciudadanía para "justificar" esa represión.
El gobierno sumó dos victorias legislativas que le sirvieron para ratificar su brutal plan de ajuste, para tirar la pelota un poco más hacia adelante y tal vez para recibir un poco de oxígeno del FMI. Sin embargo son relativas y pasajeras porque no garantizan (más bien todo lo contrario) una mejor calidad de vida a los argentinos/as, que nuevamente quedan anonadados por la distancia de algunos discursos con los hechos y pensando en cómo se sigue con la vida diaria. Esa que cada vez se sufre y cuesta más.
Albert Camus se declaró militante de esas causas que por no contar con un respaldo mayoritario a veces parecen perdidas. El escritor decía que esas causas "exigen un alma entera, tanto en su derrota como en sus victorias pasajeras".
El pueblo argentino sabe mucho de esas causas y de poner el alma. Sobre todo cuando parece que hasta nos sacaron o nos derrotaron el alma. Por eso también decimos que, la de ayer, fue una victoria pasajera del gobierno.
El cierre de la jornada, para quien siguió enganchado en redes o en programas periodísticos, generó una sonrisa en medio de tanto mar de angustia, y nos retempló un poco ese alma. Fue cuando sobre las 22 hackearon la cuenta de X del diputado nacional José Luis Espert y lo hicieron promocionar una nueva criptomoneda Libra. Fue una intervención mucha ironía que, como dijo el escritor Vila Matas, "es "la forma más alta de la sinceridad".